domingo, 1 de marzo de 2009

APA LA REVOLUCIÓN CANTONALISTA


ANTONETE VIVE, ¡RELEÑE!


El 12 de Julio de 1873 se insurreccionó nuestro pueblo, proclamando al siguiente día el Cantón Murciano. Así, amplios sectores del pueblo trabajador acabaron con la exasperante tardanza de las Cortes Españolas Republicanas en dar carta de naturaleza a “La Federal”, nombre con el que se denominaba a la anhelada República Federal. Desde entonces se escribieron épicas páginas de nuestra historia, empapadas de humanismo, de generosidad, de espíritu libertario,… de tantas cosas.

Casi un año antes, muchos centenares de mozos de la huerta y el campo de nuestras tierras murcianas, comandados por Antonete Gálvez Arce y su hijo, se subieron a los montes de la Cresta del Gallo y el Miravete, al grito de “Pabajo las Quintas, Apa la Federal”, constituyendo un impresionante movimiento guerrillero, que sólo bajó triunfante, meses más tarde.

En la época, los talleres artesanos, las pequeñas fincas familiares, etc. quedaban maltrechas con las odiadas y temidas quintas (levas forzosas) que arrancaban a los mozos para llevarlos a luchar contra los movimientos de liberación de las colonias del decadente Imperio Español, o bien en las cruentas Guerras Carlistas. Por tanto, los sectores más progresistas, dinámicos y libertarios de nuestro pueblo ligaron indisolublemente ambas reivindicaciones: la proclamación de la República Federal y la Abolición de las Quintas.

Y así, el 17 de febrero de 1873, las columnas guerrilleras de Antonete Gálvez, entraron triunfantes por el barrio del Carmen, de Murcia, recibidas por una enfervorecida multitud, que daba vivas a su persona y a “La Federal”. Unos días antes, se había pactado con el incipiente gobierno de la I República la publicación del Decreto de Abolición de las Quintas.


El gobierno republicano cumplió su palabra: al día siguiente, en “La Gaceta de Madrid” (predecesor del BOE), se publicó el ansiado fin del Servicio Militar Obligatorio. Este acontecimiento supuso un impulso sin precedentes al movimiento social republicano federal intransigente, que aupó a Antonete Gálvez como diputado de las Cortes. El mito de Antonete encarnaba los anhelos de modernización, de democracia radicalmente participativa, de autogobierno, de defensa de nuestra tierra, de nuestra gente, de nuestra riqueza cultural y natural. Y lo hacía con un fuerte liderazgo, basado en la autoridad moral y en la legitimidad de jugarse la vida por los ideales comunitarios, desde una generosidad rotunda.

Ahora, siglo y pico más tarde, vilipendiada, deformada, calumniada e injuriada la historia, por vencedores y vencidos (goleados psicológica y acríticamente), cabe hacer un alto en el camino.

Es la hora de continuar, actualizado y adaptado creativamente al día, aquel impulso modernizador y libertario, reivindicando la República Federal, la más amplia democracia participativa, el máximo autogobierno desde las entidades inferiores al municipio hasta la garantía de referéndums vinculantes sobre asuntos cruciales, la posibilidad de mecanismos revocatorios e impugnadores de políticos y altos funcionarios, la elegibilidad directa popular de altos cargos judiciales, …entre otros. Porque por muchas competencias que tengamos, si no existen mecanismos de control sólo será una mera descentralización hacia las élites fácticas que controlan el poder económico, político, judicial,…

Y también, muy importante, defender sin complejos nuestra inmensa riqueza cultural, incluida nuestra “
plática” autóctona, evitando la deriva “etnocida” que, por acción u omisión, estamos dejando suceder. Debemos pedir su reconocimiento legal en el Estatuto de Autonomía y otras normas vinculadas, genéricas o específicas.

En definitiva, autogobierno para que nuestro pueblo sea el mandamás de nuestra tierra. Autogobierno para el renacimiento de nuestra cultura, para la defensa de nuestro entorno, para el mestizaje con quienes vienen aquí a ejercer el legítimo derecho a la supervivencia, aportándonos lo mejor de sus vidas.


Autogobierno para otra Murcia posible, imprescindible, sin especuladores, sin aguamangantes, sin corruptos,… sin desalmados. Autogobierno desde el regeneracionismo ético, desde el anhelo libertario, desde la rebeldía y el laicismo, desde el ecologismo intransigente.

Vicente Cervantes, Azogue.

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